¿Qué tanto
puedo obsesionarme hoy y perseguir el
eco de tu grito?, ¿Cuál es el límite de mi amor?
Hasta qué
frontera se presenta tu rostro amable desplegando una sonrisa. Hay que ser
dominante de ardua y perpetua hechicería para entender los códigos de los
pasillos por donde te paseas noche a noche. Tú sabes que soy fruta blanda,
roja, sanguínea y que me he disuelto en todos los latidos de tu corazón. En tus
extrañas verdades, en cada golpe y en sensualidad. Tus prisiones eran mías. Tus
pasiones también. Confortable sin embargo es el abismo que te separa de mi
belleza, la belleza que se guarda para ser dada en el momento adecuado
¿Recuerdas? Esa belleza, código y arquetipo inexistente, espeluznante que te
brindé como fruta (también me gustan los paréntesis) blanda, roja y sanguínea. No te preocupes hoy ya. Todo ha muerto, menos el alma.
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