No tengo un gran palacio ni vestidos de seda
no tengo un pergamino ni un sagrado rincón
no tengo campanas
ni cuencos
no tengo el oro de tus labios
ni la riqueza de tu abrazo hondo
tan sólo tengo un templo
donde pronuncio las palabras
y someto a las dificultades
a enfrentarse con la inmensidad de mi fe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario