martes, 11 de febrero de 2014

La súplica



En el nombre de Dios, El Misericordioso, El Compasivo. Digamos que, si mi corazón antes hubiese tenido voces más claras, yo habría dedicado mi estudio a otro tipo de conocimiento. Probablemente, me hubiese inclinado por el estudio de las matemáticas o de la teología. Ahora que vivo estos días, me resultan éstas formas más claras de experiencia mística. Digamos que, en todo tu cuerpo se expresa el conocimiento de la humanidad (La perfecta creación de Dios) que es, a la vez, conocimiento divino. Bajo el velo de mi propia condición humana, no tengo formas siquiera imaginadas, sintetizadas o pretendidas para comprender los conocimientos de Dios. Mi memoria, humana también, no puede recrear a partir de un único pensamiento las formas de todo tu cuerpo. Así, un día, en un pensamiento contengo, no el color exacto ni la textura, sino los sonidos ( como de piel felina que se extiende cual trueno sobre la espalda de un Rey) que hacen mis manos mientras pierdo mis dedos entre tu cabello espeso. Otro día, recordaré el movimiento que hace la cima de tus labios cuando cuentas historias, eslabón a eslabón, perfectamente armadas. De ellas no alojaré sonidos particulares sino colores bellos en una cinemática constante. Algún otro día, acariciaré tus muslos con mis mejillas; ojos cerrados, tranquilidad; volver casi muerto de la batalla acostado sobre un un animal bravío. ¡Alas de tempestad, si la gente entendiera!
Nada de esto me importa, cuál caso tendrá la memoria el día que lea
[Wa 'Idhā Sa'alaka `Ibādī `Annī Fa'innī Qarībun 'Ujību Da`wata Ad-Dā`i 'Idhā Da`āni Falyastajībū Lī Wa Līu'uminū Bī La`allahum Yarshudūna]
hacia el verso número 186 del Libro Coránico de la Vaca, frases que rezan que: Allah responderá al que lo llama inmediatamente. Leeré muchos versos que dan garantía a éste y a todas sus generaciones por venir frescura en sus ojos.
He visto, más de una vez en tus ojos con mucho dolor, una de las formas literarias del Corán que mejor expresa los estados de angustia, sufrimiento e intranquilidad: La tibieza en los ojos. Tanto dolor, en algún lugar de mi memoria donde he confinado a las bestias de mis temores, no habría valido la pena si con tu recuerdo no se disipasen y sobreviniera inmediatamente la respuesta y la paz garantizada a todas mis generaciones por venir. Allah responderá al que lo llama inmediatamente.

     Tus ojos, como mis letras pobres, me elevan en el conocimiento de saber que no sé nada. Que puedo no tener lo más parecido a una vida mística, pero que, sin duda alguna: Tras una mirada tuya he sabido de Dios todo lo que quiso que yo supiera. Tu mirada fresca como todo el conocimiento de Dios, El misericordioso. El compasivo. 

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