viernes, 8 de julio de 2011

Laberinto


Diciembre 1976. Hay quienes entienden las implicaciones de una tragedia en diciembre. Vuelvo a soñar contigo, me molesta un poco. Recorremos pasillos enteros donde cuelga tu ropa mojada por la lluvia. Damos vueltas en la cama. Hacemos el amor mil veces (como al principio). Te pregunto si esperarás a que se seque la ropa y me dices que no puedes, que estás apurado. Compramos media cajetilla de Marlboro rojo. Le pido consejos al catire, le digo que no entiendo nada, total, ¿quién más podría entender algo así? Recuerdo una película sobre Dylan Thomas. Las pestañas del catire eran como plumas, mejor dicho, eran plumas. Me ofreció dos razones para justificar la tragedia; la primera realmente no la recuerdo y la segunda era una frase trillada y fastidiosa como: "la carne es débil". No se terminaba de secar la ropa, estabas ahí conmigo, explicándome que en los últimos días habías hecho cosas que no podías deshacer y yo no podría soportar. Son mil demonios que se debaten dentro y poco deben tener que ver contigo. La última vez me preguntaste por qué no debería guardarte ese tipo de respeto. Todavía no lo sé, en teoría sí, pero la respuesta sincera, honesta y cómoda no se manifiesta. Sigo esperando a que se seque la ropa. La lluvia no cesa. En serpenteos y fugas recorremos juntos los pasillos.

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